martes, 5 de agosto de 2014

PREFACIO AL MANUAL PRÁCTICO DE MAGIA RITUAL DE DOLORES ASHCROFT-NOWICKI - J. H. BRENNAN

Tiene en sus manos la mejor traducción práctica al arte de la magia que se ha publicado nunca. No "una de las mejores", o "posiblemente la mejor", sino simplemente la mejor. Es una obra lúcida, con los pies en el suelo, bien estructurada, precisa y fácil de entender. Es una herramienta soberbia para el individuo que quiera entender lo que es la magia no en la teoría sino en la práctica.

Dolores Ashcroft-Nowicki, autora del libro, es una experimentada maga ritual y dirigente de una fraternidad esotérica mundial. Desde las primeras lecciones le pedirá que analice sus motivaciones para el estudio de la magia; y advierte, como han advertido otros antes de ella, que no debe emprender los trabajos expresados en este libro si se siente deprimido; ni debe mezclar el entrenamiento mágico con drogas como la mescalina, el LSD o incluso la marihuana.

Querrá saber su razón. Y creo que a este respecto puedo serle de ayuda.

De joven no tuve en cuenta esas tres advertencias. Me sentí atraído por el estudio de la magia sin un gran conocimiento de mis motivaciones reales. Inicié mi trabajo en un estado depresivo; y en una curiosa ocasión social, durante mi formación, fumé cannabis. Como siempre resultan divertidas las desgracias de los demás, permítame que describa lo que sucedió. Después le diré algo que probablemente no encontrará en ningún otro libro: la razón de que sucediera.

Refirámonos primero a la cuestión de la motivación. Evidentemente todos hacemos las cosas con las mejores intenciones posibles; y todavía en las artes esotéricas. Es relativamente sencillo llegar a descubrir que la única excusa realmente aceptable para el estudio mágico está encerrada en esta frase: deseo conocer para poder servir. Esa es la respuesta que di en la pregunta ritual durante mi iniciación. La di obedientemente; pero era una mentira. 

Lo que realmente me atraía de la magia no era el servicio, sino el poder. Nada grandioso, por supuesto. No tenía una ambición ardiente por dominar el mundo ni esclavizar a hordas de hermosas mujeres. ¡Bueno, quizá a una o dos hermosas mujeres...! Pero sin duda era presa de una enfermedad que cada vez predomina más en la complejidad de la sociedad moderna: un sentimiento de indefensión.

Ese sentimiento provoca muchas reacciones. Hay personas que abrazan credos políticos. Otras se hacen religiosas. Algunas (usualmente varones) golpean a sus esposas. Yo me pasé a la magia, que me parecía el último antídoto: ¿pues qué es la magia sino un sistema secreto que promete el control sobre todo lo que nos rodea?

Posiblemente se sentirá desolado al saber que no funciona. Aunque empleé nueve años en una formación cabalística diaria y aprendí mucho entre tanto, seguí siendo Clark Kent: ningún salto mágico en las cabinas telefónicas del ritual podían convertirme en Supermán.

Como no reconocí mis motivaciones desde el inicio (pues aunque mi juramento de servicio era mentira, tampoco sabía eso en ese tiempo), me vi llevado a ignorar la advertencia sobre la depresión. Inicié el entrenamiento formal y mientras me hallaba en una marea baja mental y emocional. Era el estado de ánimo por el que estaba pasando entonces y pensaba muy poco en él.

Esos estados de ánimo pasan inevitablemente y suelen desaparecer con rapidez. El mío no. Pocos meses después de mi inicial entrenamiento mágico tuve mi primer ataque nervioso, que por suerte fue breve. Año y medio más tarde tuve el segundo, nada breve en este caso. Tuve que someterme a cuidados psiquiátricos, preguntándome si debía mencionarle la magia a mi psiquiatra, o si al enterarse de lo que yo había estado haciendo él pensaría en mandarme a una granja de reposo.

Finalmente, decidí hacer caso omiso de mis compromisos esotéricos y entre el psiquiatra y yo decidimos que mi problema era edípico. Ahora sé que no era nada de eso.

El problema de la arrogancia es que se trata de una cualidad por la que siento una furtiva admiración. En consecuencia, juega en mi carácter un papel más importante del que debiera. A los pocos años de mi entrenamiento, cuando lo peor de mi síntoma psiquiátrico había desaparecido, tomé la decisión de que sabía lo suficiente para ocupar mi mente en asuntos tales como las sustancias psicodélicas. 

En aquellos tiempos prehistóricos eran, gracias a Dios, mucho más difíciles de conseguir que ahora, y como no podía encontrar mescalina ni LSD, me vi obligado a abordar el cannabis. Esperaba tener una experiencia relajada y agradable. Lo que tuve fue una pesadilla. Me vi sacado del cuerpo y de la realidad con un lento y horrible ritmo que, subjetivamente, parecía durar eternamente. Mis percepciones espaciales se vieron tan distorsionadas que fui incapaz de moverme sin ayuda. No sabía dónde estaba y mis esquemas de pensamientos se vieron brutalmente interrumpidos. Objetivamente, la experiencia duró algo más de siete horas. ¡Todo por un solo enganche!

No me cabe duda que cualquier lector con experiencia en estas cosas considerará la descripción anterior groseramente exagerada o ficticia. O, siendo más caritativo, creerá que fumé algo que no era cannabis. La marihuana no afecta de este modo a la gente, y eso lo aceptan hasta los más fervientes opositores a la droga. Pero así es como me afectó a mí, y como me sigue afectando incluso ahora. Dios sabe lo que me habría sucedido con drogas más duras: nunca las he probado. Ni he vuelto a fumar marihuana. Incluso dejé de tomar alcohol.

La experiencia es una gran maestra, pero solo enseña el qué, no el porqué. ¿Por qué el entrenamiento esotérico aumenta la depresión hasta el punto de llevarte al borde de la ruptura neurótica? ¿Por qué cambia de tal modo la reacción ante las drogas? (no soy un abogado del uso de las drogas, pero reconozco que la gran mayoría de los fumadores de hierba no pasan por lo que me sucedió a mí).

La respuesta a estas dos preguntas está en la estructura del cuerpo humano; específicamente, la parte de la estructura que pertenece a la anatomía esotérica.

Entrelazado con sus sistemas puramente físicos, soberviamente descritos por la medicina occidental, hay un complicadísimo sistema de fluencia energética que ha pasado desapercibido en Occidente, aunque ha sido estudiado y categorizado en Oriente durante milenios; sobre todo en la India y en China. En la primera ese estudio se integró en el yoga. En la segunda produjo las técnicas médicas de la acupuntura y la moxibustión. 

Tan fácilmente me resultan los detalles de este sistema de energía que podría aburrirles con ellos durante varios cientos de páginas a poco que me estimulasen a ello. Pero pensando en términos realistas, lo único que necesita saber en este punto es que:

1. El sistema de energía existe.
2. Está íntimamente vinculado con el sistema endocrino (entre otras cosas).
3. Puede ser manipulado.

La mayoría de los sistemas de entrenamiento esotérico introducen antes o después el control de la respiración, la visualización y la meditación. Las tres cosas afectan profundamente al sistema energético.

Quiero ser claro a este respecto: muchos de los ejercicios de visualización oculta y la mayoría de los ejercicios de respiración oculta están específicamente pensados para influir en el sistema energético. Pero incluso los que no lo están para ello tienden a influirlo de algún modo.

El resultado más común es la simple estimulación. El sistema atrae más energía y en consecuencia es mayor la energía que sale de él. Generalmente, esto es bueno, pero no siempre sucede así. Ya he mencionado que el sistema energético está vinculado íntimamente con diversos sistemas físicos. Esa es la razón de que una aguja de acupuntura introducida en el dedo meñique pueda influir en la función del corazón: la aguja está controlando una porción de la fluencia energética que, a su vez, se vincula con sus órganos internos. Si está, definido, lo que puede producir los problemas es la vinculación con el sistema endocrino.

El sistema endocrino es una serie interdependiente de pequeñas fábricas que liberan continuamente todo tipo de mensajeros químicos en su corriente sanguínea. Esos mensajeros indican al corazón cuándo ha de latir, ayudan a la digestión, controlan la presión sanguínea y, como le confirmará cualquier doctor, influyen profundamente en su estado mental y emocional en cualquier momento dado.

El desequilibrio endocrino puede producir depresión, hecho bien conocido por la profesión médica, que suele utilizar mensajeros químicos propios como tratamiento. Pero lo que se olvida demasiado a menudo es que también es cierto lo contrario. Un estado depresivo de orígenes puramente psicológicos puede producir sin embargo, un desequilibrio endocrino.

Esto está resultando demasiado técnico y pido disculpas por ello. Lo que quiero decir en realidad es que si sus glándulas se trastornan se sentirá deprimido; y que si está deprimido sus glándulas se trastornarán. Si se halla en cualquiera de estos dos estados parecidos, cualquier estimulación general del sistema glandular será mala. Inevitablemente empeorará la depresión. Y en algunos casos la empeorará gravemente. En el mío, terminé con un sistema endocrino tan perturbado que me llevó a la ruptura nerviosa.

La acción de las drogas psicodélicas (incluso las psicodélicas suaves, como el cannabis) sobre el sistema energético producen estos resultados aún más directamente. Si estudia la teoría del yoga hindú encontrará una arraigada tradición de que en determinada fase del camino a la iluminación última el yogui suele desarrollar “poderes”: interesantes capacidades físicas como la telepatía o cambios de conciencia en estado de trance. También en este caso está implicado el sistema de energía, pues cuando se fortalece con la práctica del yoga y cuando la afluencia energética se conforma más y más al ideal del yogui, la mente del practicante sufre un cambio. Pues el sistema energético se vincula en dos direcciones: en la física, como ya hemos visto, y directamente con la psicológica.

Una vez que inicia su formación ocultista empieza a cambiar, casi inmediatamente, sus sistemas de energías. Si en ese momento alguien incide en el cambio ingiriendo psicodélicos es muy fácil que se cree temporalmente una situación análoga a una instalación eléctrica en la que se han fundido los plomos. Es algo muy parecido a esas advertencias médicas de no mezclar el alcohol con determinados medicamentos. Cada uno está bien por su lado, pero los dos juntos interaccionan de tal modo que pueden llegar a ser letales.

Cuanto más se avanza en su formación esotérica mayor se vuelve este problema. Acabará descubriendo que los adeptos muy entrenados en las artes tienden a tratar todas las drogas con considerable precaución, incluyendo medicinas tan simples como la aspirina o drogas socialmente aceptadas como la nicotina y el alcohol. Y no es porque no les guste su origen; es porque realmente no pueden tomarlas.

Tras haber dicho todo esto, me siento ahora más feliz al poner en sus manos el libro de Dolores. Siga las instrucciones de seguridad y todo le irá bien.

J. H. Brennan


Tomado de "Manual Práctico de Magia Ritual - Dolores Ashcroft-Nowicki"

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