miércoles, 24 de septiembre de 2014

COMPLEJOS, ARQUETIPOS Y MITOS - PATRICK HARPUR



En su obra más temprana Jung habría llamado a los dáimones (1) personales “complejos”, esa parte del inconsciente de sus pacientes que, habiendo sido negada o reprimida, tiende a escindirse y adquiere una semiautonomía, como nos encontramos en los casos de “desorden de personalidad múltiple”. Estos fragmentos psíquicos son como personalidades por derecho propio, con su propia voz. El objetivo de la psicoterapia era (a grandes rasgos) rastrear la causa de la escisión en el historial del paciente y traerla a la conciencia para que el fragmento o complejo pudiera reintegrarse y así dejar de hacerse notar a través de síntomas indeseables. Estrictamente hablando, nosotros no tenemos complejos, sino que ellos nos tienen a nosotros. Nosotros somos impotentes en manos de las obsesiones, compulsiones, fijaciones, aversiones y demás.

Pero incluso cuando los complejos se han desenredado muestran contenidos que no pertenecen a la historia personal…, contenidos que apuntan hacia abajo, por así decirlo, hacia el mundo impersonal de los arquetipos. Aquí encontramos dáimones en cuyas manos somos igualmente impotentes, ya no en el sentido neurótico, sino en el de estar empujados por el destino, llamados por un dios.

El gran logro de Jung fue no seguir la tradición filosófica occidental al uso traduciendo siempre imágenes y personificaciones en conceptos y abstracciones del pensamiento. En lugar de eso, permaneció fiel a las imágenes mismas, reteniendo se naturaleza personificada como, por ejemplo, Sombra, Héroe, Anima, Gran Madre, etc. (Y aquí debo subrayar que no empleo la palabra personificación en el sentido antropomórfico habitual, implicando que creamos a los dioses y dáimones a nuestra propia imagen o que son nuestras proyecciones. Al contrario, la aparición de dioses y dáimones precede al concepto de personificación. Nosotros no personificamos; más bien, los dáimones llegan como personas.)

Además, Jung reconoció en la naturaleza del ego –el sentido del “yo”- lo que nos engaña induciéndonos a creer que somos una sola personalidad unificada. Porque, en realidad, la psique se compone de varias personalidades diferentes, cada una con sus propias demandas, que el ego se ve conducido a ignorar, subordinar o aniquilar. Por eso Jung quería desplazar el centro de la personalidad desde el ego hacia el sí-mismo, que él concebía como un complexio oppositorum, un complejo de opuestos en el que nuestras personalidades distintas y opuestas podrían acomodarse armónicamente, alcanzando una co-inherencia como una especie de paradójica multiplicidad-en-la-unidad. 

Jung otorgó una relativa autonomía a los complejos llamándolos “Gente pequeña”. Vio que remitían a los arquetipos como los dáimones remitían a (y derivaban hacia) los dioses. No es ésta una relación estática sino dinámica, que forma modelos arquetípicos: acciones narrativas a las que llamamos mitos.

Freud reconoció que nuestras ideas y acciones se ajustan a determinados arquetipos y motivos mitológicos, pero tendía a reducir a éstos a solo unos pocos, como el mito de Edipo. Jung, por su parte, vio que, en lo hondo del inconsciente colectivo, todos los mitos gozaban de buena salud, viviendo sus propias vidas. La influencia encubierta que ejercen sobre nosotros sale a veces a la superficie espontáneamente, como en los pacientes psicóticos a los que se descubrió representando algún mito arcano del que no podían tener ningún conocimiento consciente. O bien hombres y mujeres de visión y autoconocimiento excepcional pueden adquirir consciencia del mito que están viviendo, al igual que Jung era consciente de estar reproduciendo en su obra el antiguo proceso de la alquimia, no química sino psicológicamente. 

En otras palabras, “la mitología es psicología antigua, y la psicología es mitología reiciente.” Y para la cultura occidental desde el Renacimiento, mitología significa la mitología griega o grecorromana. No es que Jung ignorase otras mitologías; de hecho, la recurrencia de motivos perturbadores, sacados de los mitos germánicos, que detectó en las psiques inconscientes de sus pacientes alemanes le permitió vaticinar, ya que en los años veinte, el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Pero, en su mayor parte, es la incomparablemente sutil, detallada y elaborada mitología de los antiguos griegos la que proporciona la guía más solvente en la vida profunda de la psique colectiva.

Y así es como debemos revisar, o incluso invertir, nuestra visión de los mitos, igual que tuvimos que revisar nuestra visión de los sueños. En lugar de verlos como relatos arcaicos e invenciones primitivas, debemos verlos como la encarnación de verdades psicológicas, historias arquetípicas que nos hablan de una forma simbólica y poética sobre cómo somos realmente. Incluso hay mitos, como veremos, que prefiguran la negación del mito en sí. Son historias verdaderas, que describen acontecimientos que nunca ocurrieron en la historia pero que tuvieron lugar, igual que lo siguen teniendo, en el reino intemporal del inconsciente colectivo. Si sus protagonistas, los dioses y dáimones, cambian de forma –apareciendo, pongamos, como alienígenas de otros planetas-, es solo que se han hecho un nuevo traje para adaptarse a los tiempos. 

Notas
(1) Toda clase de seres que se encuentran en el mundo intermedio entre el físico y el arquetípico. Toda clase de espíritus como los conocían los neoplatónicos.

Tomado de "Realidad Daimónica - Patrick Harpur"

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