lunes, 22 de septiembre de 2014

EL ALMA - PATRICK HARPUR


En las épocas antiguas la psique o alma se imaginaba de numerosas maneras: como un cuerpo volátil y etéreo, como un homúnculo (una persona pequeña o un niño), como un pájaro (en las tradiciones celtas e islámica) y como una esfera brillante y ardiente. Algunas visiones describen que el alma tiene forma esférica o de vasija, con ojos que lo ven y saben todo. Esta aura de omnisciencia es una marca distintiva de muchos encuentros con ovnis. También se ha descrito como “una sustancia espiritual, de naturaleza esférica, como el globo de la luna” (la luna es en sí misma un símbolo tradicional del alma). Cesáreo de Heisterbach lo resume con una distinción interesante: a los ojos mortales el alma aparenta tener una forma corpórea, pero para aquellos que están liberados de la carne el alma aparece como una esfera luminosa.

Se ha descrito también como una figura luminosa, redonda y ovalada y siempre orbitando entre dioses y estrellas y a veces con más dimensiones de las que podemos ver y comprender. 

Una forma de considerar las apariciones luminosas es como imágenes del alma proyectadas por el alma misma. Jung también se fijó en la frecuencia con que aparecían muchas de esas apariciones, representando una desintegración y fragmentación de la psique. Pueden verse como “almas parciales” que llegan a aparecer en circunstancias bastante corrientes. Una paciente soñó con varias figuras luminosas que colgaban de las cortinas de su habitación. Jung lo interpretó como fragmentos escindidos de psique que buscan ser reintegrados en la personalidad con el fin de alcanzar o restablecer la completud psíquica. Es más, sabía que, mientras esos fragmentos permanezcan en un estado de proyección o “exteriorizados”, pueden causar todo tipo de fenómenos parapsicológicos. En efecto, cuando su paciente despertó oyó un fuerte estallido: la parte superior del vaso que tenía en la mesita de noche se había roto en forma circular perfecta y su borde estaba completamente liso.

Jung sostiene que la aparición de bolas grandes de luz a gran escala refleja una tensión que ya no se limita a la psique individual, sino a la colectiva. Hay una ruptura en el mundo psicológico, entre lo consciente y lo inconsciente, y también en el mundo político, entre Oriente y Occidente. En una época en que la humanidad estaba considerando los viajes al espacio y se preocupaba por la superpoblación y la bomba atómica, era natural que aparecieran “señales en los cielos” como ovnis con formas que reflejan nuestra propia fantasía.

Los ovnis son ambiguos. Por una parte simbolizan la desintegración de la unidad psíquica, llegando en gran número y con multitud de formas, no tan solo de disco o circular, sino enormes o minúsculas, lenticulares o cónicas, aladas o sin alas, con o sin alerones, etc. (a duras penas son idénticos dos avistamientos, lo que juega en contra de la hipótesis de las naves espaciales). Por otra parte, simbolizan el potencial de reintegración –la completud, el sí mismo- apareciendo también por separado y con formas como los mandalas. No tienen un propósito, declararía Jung, como tampoco lo tienen los mitos. Son fenómenos naturales producidos por la necesidad de un equilibrio psíquico; y a nosotros nos toca reflexionar sobre ellos, mientras ellos nos reflejan a nosotros, con la esperanza de cicatrizar cualquier fisura psíquica que nos hostigue.

Aunque algunos ovnis parezcan objetos sólidos y así aparezcas en pantallas de radares, no altera lo dicho en modo alguno. Y es que “… o las proyecciones físicas envían un eco al radar, o bien la aparición de objetos reales proporciona la posibilidad de proyecciones mitológicas.” Las proyecciones del inconsciente colectivo pueden tener una apariencia física; o bien, aunque los ovnis pueden ser físicos, no son necesariamente extraterrestres. Proyectamos esta interpretación sobre ellos por una necesidad inconsciente de un mito que encarne, digamos, el concepto de intervención celeste mediante poderes sobrenaturales.

El inconsciente colectivo es objetivo. Los ovnis o las apariciones de luces son siempre objetivos, pero derivan del reino interno de la psique. Pueden aparecer a la vista como proyecciones, pero para ser consecuentes, también deben aparecer internamente, como fantasías, y sobre todo como sueños.

Texto tomado de "Realidad Daimónica - Patrick Harpur"

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