jueves, 25 de septiembre de 2014

EL ALMA DEL MUNDO - PATRICK HARPUR


Los neoplatónicos describían el mundo intermedio de dios y dáimones como Anima Mundi, el Alma del Mundo. Lo infirieron de Platón, que imaginó un alma del mundo infundida por el Demiurgo (su dios-creador) a lo largo del cuerpo del mundo, convirtiéndolo en una criatura viviente. Así pervive este modelo mítico o metáfora raíz detrás de las modernas inquietudes ecológicas, que dibujan el mundo como un organismo o lo personifican como una diosa semejante a Gaia. 

También es directamente análoga al inconsciente colectivo de Jung, y parte él mismo de la tradición filosófica que pretende explicar. Jung visitó el Alma del Mundo con un nuevo atuendo, más científico. Puesto que ni el Alma del Mundo ni el inconsciente colectivo pueden ser conocidos en sí mismos, tal vez sería mejor decir que son metáforas el uno del otro. Son como un espejo, vacío en sí pero que lo refleja todo. Son como vastos almacenes de imágenes que no existen al margen de las imágenes que contienen. 

De hecho, las imágenes no están en ellos, sino que son ellos. “La imagen es la psique” dijo Jung; y por eso no podemos decir qué es el alma, sino solo cómo es, pues entre sus imágenes hay imágenes de sí misma, que incluyen conceptos como los de Anima Mundi e inconsciente colectivo. En muchos aspectos, estos conceptos abstractos hacen menos justicia a la realidad que imágenes concretas como la de un espejo o la de un almacén. W. B Yeats pensaba en el Anima Mundi “como un gran estanque o jardín donde agita el don de sus brotes como una gran planta acuática o con frecuencia echa ramas en el aire”. Pero ésta es tal vez una imagen demasiado dócil para el Anima Mundi. Jung la solía comparar con el mar, una imagen que aparece por igual en sueños individuales y mitos primitivos, donde el océano es representado a menudo como un universo-espejo que contiene réplicas o reflejos de cuanto hay en la Tierra. Lo cierto es que, al final de su autobiografía, reconoció que “inconsciente” tal vez fuera un término demasiado neutral y racional, que podría sustituirse por mana, daimon o Dios.

En la alquimia encontró quizá la representación más sofisticada del alma del mundo: Mercurio, que personificaba tanto un dinámico espíritu inmanente en la materia como el propio inconsciente colectivo. La figura mitológica de Proteo, una imagen predilecta del Renacimiento, representaba una combinación de la imagen del mar y la personificación: como vástago daimónico del dios del mar Poseidón, Proteo es el que cambia de forma par excellence: siempre es él mismo, pero siempre aparece como otra cosa. 

Cunado Jung hablaba de “imágenes”, es obvio que se refería sobre todo a las imágenes arquetípicas que nos encontramos como dáimones y dioses. No debemos dejarnos engañar con la palabra “imagen” y considerarlas como algo irreal. Al contrario, deberíamos abordarlas del modo en que Jung abordaba a dáimones como su Filemón: "como si fueran personas reales” a quienes él “escuchaba atentamente”. Observemos que no las trataba como reales literalmente, como nosotros tratamos (equivocadamente) las alucinaciones o (correctamente) a las personas de la calle. No las trataba como “extraterrestres”. Ni las trataba como partes de sí mismo, ilusiones o meras proyecciones. Las trataba como seres metafóricos, como si fueran personas reales. Y es esta realidad metafórica, tan real (si no más) como la realidad literal –tan real como Filemón-, lo que él llamaba “realidad psíquica”. Con el fin de suprimir el matiz de subjetividad que se otorga popularmente a la palabra “psíquica”, la llamaré realidad daimónica.

La ventaja del Anima Mundi frente al inconsciente colectivo como metáfora raíz para la realidad daimónica es que nos devuelve a la idea de alma, con todas sus connotaciones religiosas, en lugar de psique, que ha perdido dichas connotaciones en manos de casi todo el mundo excepto Jung. Además, no sugiere, como hace el “inconsciente”, un mundo dentro de nosotros fácilmente reducido a “mera psicología”, sino que reintroduce la idea de un mundo objetivo. Y dotado del alma “ahí fuera”.

“Si todas nuestras imágenes mentales, no menos que las apariciones (y no veo ningún motivo para diferenciarlas)”, escribió Yeats, “son formas que existen en el vehículo general del Anima Mundi, reflejadas en nuestro vehículo particular, muchas cosas torcidas se enderezan.” Desde nuestro punto de vista, el alma es un microcosmos, un “pequeño mundo” en sí mismo que incluye un nivel colectivo profundo o alma del mundo donde se reúnen las almas de todos los individuos. Desde el punto de vista del alma del mundo, es un macrocosmos, un mundo impersonal completo, que paradójicamente puede manifestarse de una manera personal: como almas humanas individuales. Jung entendía que si penetramos lo bastante hondo en nosotros mismos, por así decirlo, el inconsciente se vuelve hacia fuera: “en el fondo”, la psique es simplemente “el mundo”.

Tomado de "Realidad Daimónica - Patrick Harpur"

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