martes, 23 de septiembre de 2014

REALIDAD PSÍQUICA - PATRICK HARPUR


Jung sostenía una cosmovisión que hacía inteligibles las apariciones. La descubrió empíricamente examinando los sueños y fantasías de sus pacientes, que le llevaron a desvelar un profundo nivel colectivo del inconsciente con un contenido de imágenes arquetípicas que vivían una vida objetiva independiente. Como es natural, buscó algún equivalente de su idea, y fue a encontrarlo, quién iba a decirlo, en la alquimia. Lejos de ser tan solo una forma primitiva de la química, la alquimia resultó ser un complejo sistema ritual de autoiniciación; toda una “ciencia del alma”, de hecho. 

Leyó en un texto alquímico la siguiente observación, hecha de pasada, que decía que “el alma solo está confinada al cuerpo parcialmente, al igual que Dios está solo parcialmente confinado al cuerpo del mundo." Esto confirmaba su propia conclusión, según la cual “la psique es solo parcialmente idéntica a nuestro ser empírico consciente; en cuanto al resto, se proyecta y en este estado imagina o representa las cosas que el cuerpo no puede captar…”. Aquí, la naturaleza objetiva de la psique quedó firmemente establecida. Pero Jung se sigue aferrando a la interioridad fundamental de la psique, cuyas manifestaciones externas solo serían proyecciones. Para cuando sale su obra magna –Mysterium Coniunctionis (1955 – 1956)- incluso esta convicción se ha visto sacudida. “Puede que sea un prejuicio”, reflexiona Jung, “restringir la psique a estar “en el interior del cuerpo”. En la medida en que la psique tiene un aspecto no espacial, puede haber psique “fuera-del-cuerpo”, en una región tan absolutamente distinta de la esfera de “mi” psique que uno tenga que salir de sí mismo (…) para llegar allí.”

Jung se imaginaba esta región como un “territorio ajeno exterior al ego”, como aquellos en los que creen los pueblos tribales; todo un mundo, invisible pero presente en éste, que estaba habitado por los espíritus de los ancestros y por espíritus que pertenecían a ese mundo (y que nunca se habían encarnado). Por supuesto, también podía percibirse como un mundo “psíquico interior”, como un mundo en miniatura. En otras palabras, Jung ya no pensaba tanto en términos de dos mundos, en interior y otro exterior, sino en términos de dos aspectos del mismo mundo: un microcosmos y un macrocosmos. Jung llamó a este mundo realidad psíquica.

Para nosotros es difícil captar la realidad psíquica porque nuestra cosmovisión ha sido obstinadamente dualista durante largo tiempo. El dualismo cuajó a principios del siglo XVII con el nuevo empirismo de Francis Bacon y la filosofía de René Descartes, que dividió firmemente el mundo entre mente (sujeto) y extensión (objeto). Pero el trabajo de base para tal distinción se había establecido, siglos antes, en el Concilio Eclesiástico de 869, que decretaba dogmáticamente que el hombre está compuesto de dos partes, cuerpo y espíritu. El tercer componente –alma- estaba contenido en el espíritu, y así se perdió una distinción esencial. Pues es precisamente al alma (psykhé en griego, anima en latín) a lo que se remite la realidad psíquica: un mundo intermedio, entre lo físico y lo espiritual, que participa de ambos.

Con el advenimiento del cristianismo en el mundo, la creencia en la realidad psíquica se derribó. Filemón era el antepasado espiritual de Jung.

Tomado de "Realidad Daimónica - Patrick Harpur"

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