lunes, 22 de septiembre de 2014

SUEÑOS - PATRICK HARPUR


Hay que subrayar que, aunque los sueños son experiencias internas, no son subjetivos. Es decir, que no son nuestras mentes conscientes quienes los crean. No nos pertenecen, sino que son algo que nos sucede. Los antiguos griegos hacían bien en nunca decir que no habían tenido un sueño, sino que habían visto un sueño. También hacían una distinción fundamental entre los sueños significativos y los que no lo son. Los sueños ordinarios, cuyo contenido remite a acontecimientos de nuestras vidas, eran producto del inconsciente personal. Pero también están los sueños arquetípicos, que derivan del inconsciente colectivo, llamados “significativos” por los griegos y “grandes sueños” por las sociedades tribales.  El ambiente de éstos es bastante distinto al de los sueños ordinarios. Se distinguen por su intensidad y su claridad y, por encima de todo, por su sentido de la realidad. Se perciben como sagrados y, en ocasiones, proféticos. Un ejemplo típico, citado por Jung, es el de una mujer que soñó que bajaba por los Campos Elíseos en autobús. Sonó la alarma antiaérea y todos los pasajeros se bajaron y desaparecieron en las casas de los alrededores. La mujer, que fue la última en dejar el vehículo, intentó meterse en una casa, pero las puertas estaban cerradas. La calle estaba absolutamente vacía. Se apoyó en una pared y alzó la vista al cielo. En lugar de las esperadas bombas vio “una especie de platillo volante, una esfera metálica con forma de gota. Iba volando bastante despacio de norte a este, y [ella] tuvo la impresión de que la estaban observando”. En medio del silencio, oyó los tacones de una mujer que bajaba caminando por la calle vacía. “El ambiente era de lo más raro.”

Vemos aquí la transición del inconsciente personal, por decirlo así, al colectivo: la mujer está viajando con bastante normalidad cuando suena la “alarma antiaérea”. La dejan sola frente a la dramática aunque habitual situación de un ataque enemigo. Pero en lugar de eso aparece algo completamente externo a este mundo, una epifanía, acompañada del aura de rareza que rodea a los avistamientos de ovnis.

Un mes más tarde, la mujer tuvo otro sueño:

“Estaba caminando de noche por las calles de una ciudad. Unas “máquinas” interplanetarias aparecieron en el cielo y todo el mundo huyó. Las “máquinas” parecían grandes puros de acero. Yo no hui. Fui detectada por una de las “máquinas”, que vino directa hacia mí en ángulo oblicuo. Yo pienso: el profesor Jung dice que no hay que escapar, así me quedo ahí quieta y miro la máquina. Vista de cerca y por delante era como un ojo circular, medio azul y medio blanco”.

Aquí, el sentido de la epifanía –de un dios o de Dios mismo manifestándose- se intensifica. El ojo único es como el alma con varios ojos que todo lo ven mencionada por Cesáreo. Pero, aunque puede que el consejo de Jung a su paciente sea sensato, hay que tener en cuenta que el contacto directo con poderes espirituales es equívoco –tan peligroso como beneficioso-, tal y como muestra la segunda parte de este mismo sueño. La mujer se encuentra en una habitación de hospital. “Entran mis dos jefes, muy preocupados, y le preguntan a mi hermana cómo estoy. Ella contesta que la sola visión de la máquina me ha quemado todo el rostro. Solo entonces me doy cuenta de que están hablando de mí, y de que tengo toda la cabeza vendada, aunque no puedo verla.”

Los testigos de ovnis relatan que se les quema la cara, les salen erupciones, irritaciones en la piel, conjuntivitis… Atribuyen estos síntomas a la “radiación”. Pero lo que vemos es que no todas las radiaciones tienen que ser literales. Las abrasadoras imágenes arquetípicas dejan su marca en un sentido psíquico y simbólico, además de en un sentido físico y literal. Moisés tuvo que cubrirse el rostro después de ver la zarza ardiente, no porque ardiera por radiación, sino por que irradiaba por la gloria del Señor, no podía ser mirada.

Así, los ovnis pueden aparecer en sueños con una lucidez muy vívida, e incluso más que eso. Pero, a la inversa, las visiones de ovnis en vigilia suelen estar rodeadas por un ambiente extraño y onírico, la misma calma y rareza que se presentan en sueños. Muchos testigos relatan que al ver ovnis, parece como si el tiempo se detuviera y a veces aparece un silencio extraño. Los testigos describen una sensación de aislamiento y ensimismamiento, como si (igual que en el ejemplo del sueño) todo lo demás se hubiera desvanecido de repente; una sensación de unidad con el objeto percibido en que la aprensión o temor iniciales pueden ser reemplazados por una sensación de tranquilidad apagada.

Otra rareza se describe, como despertarse en medio de la noche y tener una urgencia por asomarse por una ventana. Al observar por la ventana, se ve el ovni. A menudo cuando esto sucede, el testigo olvida lo que ha visto. Muchas personas lo recuerdan, porque escribieron el suceso cuando ocurrió. Similarmente, como cuando, se olvidan “grandes sueños” hasta que un leve recordatorio los trae de nuevo a la memoria. También sucede con las personas que ven ovnis en estado de vigilia, que los recuerdan cuando leen un informe de otra persona. 

Los sueños son reales, si bien es un orden de realidad diferente del que nos complacemos en considerar normal. No se deben subestimar los sueños.

Tanto Jung como Freud, consideraron los sueños la via regia al inconsciente y, por tanto, al autoconocimiento. La paradoja del inconsciente es, que solo es inconsciente desde el punto de vista la conciencia en vigilia ordinaria. Cuando ésta duerme o se encuentra en suspenso, el “inconsciente” revea una asombrosa consciencia propia que a menudo ve y sabe más que nosotros. Sueño y vigilia no tienen por qué ser tratados como contrarios. Uno puede invadir al otro. Se pueden considerar los sueños como visiones del durmiente, y las visiones como sueños en vigilia. Los primeros tienen lugar interiormente y los segundos, exteriormente. Pero son de la misma especie.

La condición visionaria es muy frágil. Una vez se ha roto el encantamiento por la llamada al orden y al sentido común, se evapora y el gran secreto queda olvidado.

Los espíritus feéricos tienen correspondencia con los alienígenas actuales.

Texto tomado de "Realidad Daimónica - Patrick Harpur"

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